Muy errática, como si pensara en otra cosa, quizás molesta por haber quedado fuera de la escena principal y, probablemente, conmocionada por la histórica alocución previa del presidente de Cuba, Raúl Castro, y la anterior de su par de los Estados Unidos, Barack Obama, un duelo que tras más de 50 años de bloqueo se llevó con lógica las luces de las marquesinas de la Cumbre de Panamá, la presidenta Cristina Fernández bordó antes sus pares de toda América, en el mediodía del sábado, uno de los discursos más deshilachados de los últimos tiempos.
La descripción no sólo le cabe a esta alocución de política exterior, algo que se sabe que no es el fuerte del kirchnerismo debido a sus graves oscilaciones diplomáticas que, más allá de la sinuosidad en el caso Irán, llevaron a la Presidenta a decir en 2007 que quería que la Argentina se pareciese a Alemania y ahora, cuando ha hecho lo necesario para apartarse de casi todo Occidente, a mirar a China y a Rusia, sino a todos aquellos otros alegatos ideológicos que, confortada por los aplausos de las barras, suele hacer para consumo interno.
Si con la compañía de la embajadora Alicia Castro y de Daniel Filmus la idea de Cristina era encarar con firmeza la cuestión de las islas Malvinas y denunciar al Reino Unido por el militarismo y el espionaje, habida cuenta los sucesos de los últimos días y pedir la solidaridad que una vez más la declaración final de los presidentes le negó por escrito a la Argentina, su pretensión fracasó estruendosamente.
En un par de frases de circunstancias apenas la Presidenta nombró a Malvinas dos veces y, aunque buscó emparentar con bastante de manipulación la presión de Londres hacia la Argentina con la que Washington hizo hace unos días sobre Caracas en materia de seguridad (pese a que desconoció que el presidente Obama rectificó la posición con su frase “ni Venezuela es una amenaza para los Estados Unidos ni los Estados Unidos lo es para Venezuela”), su eventual apelación sobre la necesidad de que se considere la cuestión de las islas se pinchó antes de que se decidiera a pronunciarla y se fue por otros caminos.
En cuanto a la eventual referencia a los fondos buitre o a otros disparadores que ella tenía seguramente preparados contra la administración Obama o bien no aparecieron o se diluyeron rápidamente en referencias indirectas hacia el presupuesto militar de los Estados Unidos o hacia la protección al lavado de dinero proveniente del narcotráfico: cómo criticar con virulencia a un hombre a quien Castro había definido momentos antes como alguien “honesto y humilde”. Un grave dilema para la Presidenta, que fue lo que probablemente le hizo perder el hilo de todo el discurso.
La sensación fue que, ante tan directas manifestaciones del presidente cubano, Cristina se perdió bastante en sus argumentos, algo que le había pasado en los días previos con Brasil, ya que la presidenta Dilma Rousseff la descolocó en materia de críticas al régimen de Nicolás Maduro en relación con los presos políticos en Venezuela. Otro tanto, con la presión que Brasil está haciendo para que finalmente la Argentina cierre filas para que el bloque del Mercosur firme un Tratado de Libre Comercio con la Unión Europea, un tema que Dilma tocó en su discurso.
El tironeo con la presidenta brasileña -y hasta alguna zancadilla de Itamaraty- tuvo su manifestación más ostensible en la suspensión de la reunión bilateral que según publicó en su web el Palacio del Planalto, sede del gobierno de Brasil, estaba prevista para las 22 del viernes, en el Hotel Bristol, piso 20, suite 2012. Cristina llegó a las 23,15 a Panamá y nunca reconoció el encuentro. Ya fuera de esta Cumbre continental, la última de su mandato, en unos días la Presidenta viajará a Moscú para entrevistarse con el presidente Nicolás Putin y el 7 de junio estará en Roma con el Papa, también por última vez como Presidenta. Cada movida de Cristina en materia internacional siempre tiene un correlato interno, de allí que llame tanto la atención la defección de Panamá.
En el caso de Francisco, por más que el Vaticano se empeñó en decir que se trata de una cuestión diplomática, a cuatro meses de las elecciones la visita no parece que tendrá ese carácter. Así, al menos pareció entenderlo una parte de la opinión pública que debatió con virulencia en estos días a través de los medios y de las redes sociales, inclusive muchos católicos que admiran su labor pastoral, criticando a Francisco por ser “funcional” a Cristina.
La efervescencia creció cuando se supo que la Presidenta podría viajar a la cita papal acompañada de su hija Florencia, quien espera un bebé para agosto, fruto de la relación con Camilo Vaca Narvaja, militante de La Cámpora, colaborador del diputado Julián Domínguez e hijo de uno de los fundadores de Montoneros. A partir de ese dato, la especulación creció sobre la posibilidad de que Cristina se haga acompañar también por su hijo Máximo, a quien el camporismo ha propuesto como candidato para octubre, aún para el sillón presidencial.
Ella misma podría ser parte de una lista del Frente para la Victoria y esa formulación y eventualmente la de su hijo, deberían ejecutarse recién tres semanas después de verse con Francisco, por lo que técnicamente el Papa no habría recibido a candidatos, que es lo que trascendió él iba a evitar desde que confesó que se había sentido “usado” por los políticos de su país.
“Noticias de interés”
Si hay algo que el kirchnerismo ha logrado en tantos años de ejercicio del poder es que cada cosa que hace sea objeto de recelo, ya que el gato encerrado suele tener varias facetas que, envueltas en la ideología, suelen comenzar con la victimización propia, el ataque a quienes piensan diferente (opositores, periodistas, miembros de la Justicia) o en resaltar la épica de las decisiones, como la nueva estatización… de los ferrocarriles estatales. En general, lo que se ha podido comprobar a lo largo de los años es que o bien las cosas no son como se las presenta (falsificación por omisión, como ocurrió con el caso Obama y Venezuela) o las promesas no se cumplen (el soterramiento del ferrocarril Sarmiento) o finalmente, se traiciona al interlocutor (foto de Martín Insaurralde en campaña), como ocurrió con el Papa, en Brasil.
Lo importante en todas estas ocasiones no es si finalmente aquello de lo que se trata beneficia a la gente o es algo para conseguir algún posicionamiento estratégico, ya sea nacional o global, sino que la pretensión es tener un titular “positivo” en los diarios o en los canales amigos, aunque con tan mala performance que cuando estas cosas llegan a las “letras de molde” son pocos los que consideran atendibles, salvo la tropa más fiel.
Alguien que es habitualmente un hijo dilecto del manoseo interesado del relato es el ministro de Economía, Axel Kicillof, quien por estas horas es promocionado como futuro candidato a vicepresidente. Aunque quiere parecerse a Aníbal Fernández y suele apabullar desde supuestos conocimientos técnicos de su especialidad, aún le falta rendir algunas materias, ya que queda en evidencia con mucha facilidad. Sin ir más lejos, a la hora de bajar a la cancha, como le ocurrió el viernes último en una rueda de prensa, el resultado fue que quedó ostensiblemente mal parado en casi todos los tópicos que se le ocurrió abordar: habló de la necesidad de autorizar un aumento en los llamados “Precios Cuidados” y explicó que no tiene números sobre la pobreza debido a la falta de empalme estadístico en las series de mediciones de precios. Parece que, en este último caso, al ministro lo persiguió su propio blooper sobre la “estigmatización de los pobres”, ya que quiso aclarar y terminó oscureciendo, porque la tarea de empalme ya lleva 15 meses, bajo su propia gestión.
Sin embargo, el mayor sofocón lo pasó Kicillof cuando aseguró que el fallo del Ciadi que le impuso a la Argentina pagar U$S 405 millones a la francesa Suez por la rescisión del contrato de concesión de Aguas Argentinas, fue en realidad “una derrota” para la empresa, ya que el fallo “sólo” le reconoció una parte de los U$S 1.200 millones que reclamaba. Y para ratificar el contrasentido y pese a haber ganado según su libreto, terminó diciendo que la Argentina iba a apelar el fallo.
El ministro también dijo sin pelos en la lengua que está “un poco cansado de los medios que defienden a las empresas que estafaron al país”, una visión sesgada de la realidad, ya que lo que el kirchnerismo no tolera es que existan visiones alternativas a la propia.
El caso Citibank es otro ejemplo de cháchara destinada a desacreditar a una entidad y otro tanto ocurre con el HSBC, al que se pretende que gire hacia el país fondos que transfirieron sus clientes.
En el Congreso se ha montado un show para dar a conocer los nombres de supuestas empresas y personas que “fugaron, evadieron y lavaron dinero” y ya las listas que se hicieron circular y que los medios oficialistas repiten sin cesar tienen un tufillo político que sirve sólo para darle letra a la militancia. El listado tiene a Cablevisión como primer sindicado y en él está Mastellone Hermanos y el ex diputado Alfonso Prat Gay, como apoderado de Amalia Lacroze de Fortabat.
La Serenísima le explicó a la Bolsa que el fiscal que investiga la denuncia ha dicho que “no existen elementos que justifiquen imputación alguna”. El Grupo Clarín salió nuevamente a aclarar que las cuentas de Cablevisión, Multicanal y sus directivos “son absolutamente legales y están declaradas ante los organismos competentes, fueron incluidas en sus libros contables y en sus declaraciones juradas, habiendo tributado los impuestos correspondientes”, ya que no se usaron “para fugar divisas” sino para cancelar “pasivos en el exterior, algo obligatorio para ambas compañías”.
Cada cosa que encara el Gobierno le pone un disfraz y aunque no ocurra, todas sus afirmaciones tienen que ser pasadas bajo una lupa, ya que a muchas personas la manipulación repetida le recuerda aquel refrán que sentencia que, en boca de ciertos personajes, “lo cierto se hace dudoso”.